La Fiesta de las Primicias es figura de la resurrección de Cristo. Estaba estrechamente vinculada con la Pascua y se celebraba durante la Fiesta de los Panes sin Levadura. La muerte de Cristo (nuestra Pascua) cortó nuestras antiguas relaciones, mientras que su resurrección nos ha puesto en una nueva posición ante Dios: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Co. 5:17). Cristo es primicia de los que han muerto y, por tanto, su resurrección es la garantía de que todos los que duermen en Jesús también resucitarán.
La Fiesta de las Primicias solo podía celebrarse después de que el pueblo de Israel estuviera en la tierra prometida. Antes de que un israelita pudiera comer del fruto de la tierra, debía presentar ante Dios una gavilla de las primicias de su cosecha. El Señor debía recibir su porción en primer lugar. A través de la caída de Adán y, con él, de toda la humanidad, Dios fue despojado de lo que le pertenecía. Sin embargo, a través de Cristo, el Postrer Adán, todo ha sido restaurado y Dios ha sido glorificado.
La gavilla era mecida el día después del día de reposo, es decir, el primer día de la semana. Cristo resucitó triunfalmente de entre los muertos el primer día de la semana. Ahora, como pueblo redimido, hemos sido aceptados por Dios en el Salvador triunfante.
Ciertamente, debemos acercarnos a él con corazones llenos de gratitud y alabanza: “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre” (He. 13:15).