Nuestro siglo se ha visto sacudido rápidamente por crisis sin precedentes. En 2001, el terrorismo golpeó al mundo de forma excepcional y se instaló en él. En 2008, una gran crisis financiera estuvo a punto de derribar el orden económico mundial. En 2020 una pandemia que nadie creía posible asoló el planeta. No eran plagas nuevas, pero creíamos que estábamos preparados para afrontarlas, o incluso para evitarlas y derrotarlas. Hoy, ¿en qué punto estamos? ¿Quién se atrevería a cantar victoria?
A veces las naciones dan la impresión de estar unidas contra las grandes catástrofes. Se agitan y hacen mucho ruido, mientras los líderes mundiales multiplican sus discursos y promesas. No es pesimista decir: ¿Adónde vamos?
Aún es tiempo de volverse a Dios, a quien nada toma por sorpresa.
Su inteligencia y su amor no tienen límites. Da seguridad a quien pone su confianza en él; mejor aún, le da la certeza de:
– Haber sido amado al punto que Jesucristo se sacrificó por él.
– Ser amado más que por los mejores padres.
– Tener todavía un futuro en esta vida, y la esperanza de una vida mucho mejor un día.
Sí, quien pone su confianza en el Dios revelado en Jesucristo sabe que todo irá bien para él. En medio de la incertidumbre de este mundo, proclama con paz y gratitud la certeza que Dios le da.