Muchos niños esperan con impaciencia la Navidad y sus regalos… Esto nos hace pensar en los creyentes que, hace más de veinte siglos, esperaban la llegada del Mesías prometido.
En la Biblia encontramos varias veces la promesa de la venida del Salvador. Hace cerca de 4 000 años Dios prometió a Abraham que de su descendencia vendría una bendición para todo el mundo (Génesis 22:18). Con el paso de los siglos, la promesa se hizo más clara. Los creyentes esperaban un Mesías, que sería descendiente del rey David, y que nacería en Belén, como él.
Todas las generaciones se hacían la misma pregunta: ¿cuándo vendrá el Mesías prometido? ¿Tendremos el privilegio de verlo?
Pero un día esa promesa de Dios se cumplió. Jesús nació en Belén, hace un poco más de 2 000 años.
La época navideña es un recordatorio especial de que Dios está cerca de nosotros y que quiere vivir no solo entre nosotros, sino en cada uno de nosotros. Incluso hoy, Dios promete a los creyentes morar en ellos y con ellos. Jesús dijo: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”.
Jesús no se impone; espera que lo invitemos. Abrirle la puerta es permitirle que nos transforme, y así experimentar por nosotros mismos la luz, el amor divino y la dulzura de su presencia. Solo así recibiremos la verdadera bendición de Dios.