La historia de la Torre de Babel ilustra el orgullo de los seres humanos y su deseo de organizarse sin Dios. Siempre han querido elevarse y llegar a ser como Dios. Así fue como Satanás sedujo a Adán y Eva: “Seréis como Dios” (o como dioses), les dijo (Génesis 3:5).
Por el contrario, Jesús, quien es Dios, aceptó humillarse y hacerse hombre. Nunca buscó sus propios intereses, sino los de su Padre.
Los hombres de Babel tenían un objetivo común: unirse para alcanzar los cielos. Podrían haber unido sus fuerzas para servir a Dios o adorarlo, pero utilizaron su lengua común para exclamar: ¡“Hagámonos un nombre”!
Incluso hoy, la gente sigue diciendo y pensando: «La unión hace la fuerza». Se hacen alianzas políticas, comerciales y a veces religiosas. La Biblia nos dice que, en un tiempo futuro, los hombres se reunirán en torno a un líder que se opondrá a Dios, “haciéndose pasar por Dios” (2 Tesalonicenses 2:4).
Desde el año 2020, el coronavirus ha recordado a todo el mundo la fragilidad de nuestro sistema económico, político y social, e incluso la brevedad de nuestra vida en la tierra. ¿No es esto un recordatorio de que Dios está por encima de todas las cosas? Las alianzas y las organizaciones humanas terminan por disolverse. Pero todos los que creen en Jesucristo, y por lo tanto pertenecen a la familia de Dios, la Iglesia de Cristo, saben que estarán eternamente reunidos en torno a él. Esa es la única unidad verdadera y permanente. ¿Forma parte de esta familia?