En el lenguaje cotidiano, este término designa tanto un edificio como una comunidad de cristianos. La palabra griega ékklèsia se traduce como “iglesia” o “asamblea” en el Nuevo Testamento. Tiene un significado más amplio de lo que generalmente se conoce. Cuando el Señor Jesús la utilizó por primera vez en Mateo 16, se refería al conjunto de personas que depositarían su confianza en él para ser salvas.

La Iglesia universal abarca a todo este grupo de personas, desde Pentecostés (Hechos 2) hasta el arrebatamiento de los creyentes, cuando el Señor vuelva por los suyos, lo cual esperamos (1 Tesalonicenses 4:16-17).

¿Quién la edifica? Jesús mismo. Él dijo: “Edificaré mi iglesia”.

¿Quiénes la conforman? Todos los verdaderos creyentes en Jesús, “piedras vivas” unidas a la piedra angular. Y “nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo” (1 Corintios 3:11).

¿Cuál es la función de sus miembros? Adorar a Dios y ser sus testigos. “Como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 Pedro 2:5). “Vosotros sois… pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9).

Solo Jesús conoce a todos los que le pertenecen, y pronto los llevará al cielo. Entonces toda la Iglesia estará reunida en torno a su Cabeza, Jesucristo, por la eternidad.