«Me parece que la oposición entre la revelación de Dios en Jesucristo y la religión se muestra principalmente en dos puntos.

En primer lugar, la religión surge de los sentimientos del hombre, es la ansiedad, la carencia… Por otra parte, el objetivo de la religión es ascender hacia Dios; el hombre se esfuerza por alcanzar a Dios allí donde se encuentra, como atestiguan los innumerables monumentos religiosos, desde la Torre de Babel (Génesis 11) hasta hoy.

La revelación de Dios en Jesucristo es lo opuesto a estas dos tendencias. Contradice los sentimientos del hombre religioso… Los dioses inventados por los hombres siempre están al servicio del hombre. El Dios de la Biblia no se deja influir por la voluntad del hombre. Es un Dios que se revela cuando quiere revelarse, un Dios que está donde menos lo esperamos, y rara vez donde lo esperamos.

La otra contradicción reside en el hecho de que la revelación en Jesucristo viene de arriba hacia abajo. Cristo, siendo en forma de Dios, se despojó a sí mismo para hacerse hombre; asumió la condición más baja, la de siervo, y aceptó el peor de los castigos, el de los esclavos, la cruz.

Es, por tanto, un camino descendente: Dios viene hacia el hombre y lo encuentra donde está, para liberarlo y darle la felicidad. Esto es lo contrario del movimiento religioso en el que el hombre quisiera ascender hasta donde Dios está. Existe, pues, una contradicción radical entre todas las religiones y el camino fundamental de la revelación del Dios de la Biblia a través de Jesucristo».