En 1979, el arqueólogo Gabriel Barkay y su equipo descubrieron dos pequeños pergaminos de plata en una cueva funeraria cerca de la vieja ciudad de Jerusalén. En 2004, tras un meticuloso análisis, los estudiosos confirmaron que estos textos bíblicos eran los más antiguos jamás encontrados. Contienen la inscripción de la triple bendición que Dios había pedido a Moisés que dijera a su pueblo: “El Señor te bendiga, y te guarde; el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; el Señor alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz” (Números 6:24-26).
Estos dos pequeños pergaminos fueron enterrados alrededor del año 600 a. C. y encontrados 2 500 años después. ¿No es conmovedor saber que los fragmentos bíblicos más antiguos descubiertos hasta la fecha hablan del deseo de Dios de bendecir, de hacernos bien?
Hoy sigue siendo el mismo Dios quien nos habla, y no ha cambiado. ¡Sigue queriendo lo mejor para nosotros! No somos nosotros quienes podemos bendecir, es Dios. Amigos cristianos, a través de la oración nos convertimos en canales para pedir la bendición de Dios sobre aquellos que le presentamos.
¿Qué bendiciones podemos desear a los demás? ¿Prosperidad material como en los tiempos del Antiguo Testamento? Eso sería olvidar que nuestra ciudadanía está en los cielos (Filipenses 3:20). Las bendiciones cristianas están ligadas a Cristo: la paz, la alegría, el conocimiento de la voluntad de Dios, el deseo de seguir a Jesús, la felicidad de ser sus testigos, la fuerza para servirle, la esperanza de estar pronto con él…