Jesús es el Creador y, como tal, el mundo entero le pertenece. “Todas las cosas fueron creadas por medio de él y para él” (Colosenses 1:16).
Pero cuando vino a este mundo, nació en el seno de una familia pobre. Su primera cama fue un pesebre donde lo acostó su madre, porque no había sitio para ellos en la posada.
Ya adulto, predicó a las multitudes, tomando prestada la barca de un pescador para hablar a la gente desde allí (Lucas 5:1-3). Rodeado de multitudes hambrientas, aceptó la comida de un niño y luego alimentó a toda una multitud tras haber multiplicado esos alimentos (Juan 6:9). Para pagar el impuesto, sacó de un pez del lago la moneda de plata que no tenía (Mateo 17:27).
Cuando fue a Jerusalén como rey, cabalgó sobre un pollino que pertenecía a otra persona (Mateo 21:1-11). Celebró la Pascua y se despidió de sus discípulos en una habitación que le proporcionó cierto hombre (Mateo 26:17-19). Antes de ser crucificado, le despojaron de sus ropas y los soldados se las repartieron entre ellos (Juan 19:23). Cuando murió, su cuerpo fue depositado en la tumba de un discípulo, José de Arimatea (Mateo 27:59-60).
Jesús, humilde y pobre, era accesible a personas de todo rango y condición. ¡No despreció a nadie! Vivió en la pobreza por nosotros y luego entregó su vida en la cruz para enriquecernos con una salvación maravillosa: el perdón, la paz y un futuro de felicidad junto a Él. Y tú, ¿conoces personalmente la gracia y el amor de Jesucristo?