«El hombre no es más que una caña, la más débil que existe en la naturaleza; pero es una caña que piensa». Este pensamiento de Blaise Pascal nos recuerda lo pequeños, débiles y frágiles que somos en comparación con el inmenso universo que nos rodea. Y cuando los elementos de la naturaleza se desatan, cuando nos enfrentamos a dificultades, es decir, pruebas, enfermedades, sufrimientos, muerte… ¿Dónde podemos acudir en busca de ayuda?

Varias veces en la Biblia, el rey David expresa la angustia que sentía ante el poder de sus adversarios. Job, por su parte, se vio afligido por una serie de pruebas abrumadoras. Lo sorprendente es que ambos se volvieron hacia Dios para comprender lo que quería enseñarles. Job preguntó a Dios: “¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas, y para que pongas sobre él tu corazón, y lo visites todas las mañanas, y todos los momentos lo pruebes?” (Job 7:17-18). Sentía fuertemente su pequeñez en relación con Dios. Pero en el curso de sus pruebas aprendió una gran lección: ¿no era él objeto de la atención y el cuidado del gran Dios del cielo? Es una lección que también nosotros debemos aprender y recordar. Fijemos nuestros ojos en él, para que le conozcamos no solo como el Creador Todopoderoso, sino también como el que nos libera, el Dios que nos salva. Quiere hablarnos, llevarnos a una verdadera relación de diálogo con él y enseñarnos durante nuestra vida en la tierra, ¡al igual que un Padre cuida de sus hijos!