«El pequeño Alex quería ponerse gafas porque pensó que le darían el mismo prestigio que a su padre, que era un hombre de negocios. Le llevaron a una óptica donde tuvo que leer una ficha para ver qué letras podía distinguir.
–Puedo ver muy bien las primeras letras H, L, C, pero no puedo leer las siguientes S, A, B».
Esta divertida historieta ilustra nuestras propias debilidades. Cuando leemos la Biblia, aceptamos con avidez lo que corresponde a nuestras ideas, pero nos cuesta mucho más aceptar lo que contradice nuestros pensamientos y pone al descubierto nuestros pecados.
Si leemos la Biblia intentando que diga lo que pensamos, no la estamos leyendo realmente. Si excluimos ciertas partes de nuestra lectura porque nos desafían, somos como el niño que decía que no podía leer ciertas letras, y de este modo nos perdemos lo que Dios quiere decirnos para transformarnos. Los pasajes que más nos inquietan ¡son quizá los que más necesitamos!
Es cierto que algunas palabras de la Biblia pueden chocarnos o sacudirnos, como fue el caso de varios discípulos de Jesús que dijeron que las palabras que Jesús acababa de decir eran duras (Juan 6:60). ¿Qué les dijo Jesús? “Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6:63).
En lugar de abandonar a Jesús, como hicieron los discípulos, vayamos a él y contémosle lo que nos preocupa, pidiéndole ayuda. ¡Él nos responderá!