La reina de Sabá fue a ver a Salomón después de haber oído hablar de su gran sabiduría. Ella no conocía al Dios de los hebreos, pero estaba intrigada por el resplandor espiritual de su rey: oyó hablar de “la fama que Salomón había alcanzado por el nombre del Señor” (1 Reyes 10:1). Percibió que la fe de Salomón influenciaba hasta en los mínimos detalles su forma de vivir y de administrar su reino. Ella declaró: “Verdad es lo que oí en mi tierra de tus cosas y de tu sabiduría; pero yo no lo creía, hasta que he venido, y mis ojos han visto que ni aun se me dijo la mitad; es mayor tu sabiduría y bien, que la fama que yo había oído… el Señor tu Dios sea bendito” (1 Reyes 10:6-7, 9).
Jesús la cita como ejemplo para sus contemporáneos (Mateo 12:42). Ellos tenían al Hijo eterno de Dios ante sus ojos, sin embargo no creían en la grandeza de su persona. Rehusaban recibirlo. Jesús les recuerda: “ella vino de los fines de la tierra”. Con esta frase quería subrayar la determinación de esta mujer extranjera, que tenía sed de verdad y de sabiduría.
¿Tiene usted sed? ¿Escuchó hablar de Jesús y no ha creído en él? ¿Se siente ajeno al cristianismo, alejado de la fe? Póngase en marcha, vaya a Jesús; así confirmará que él sobrepasa todo lo que usted puede imaginar. La grandeza de su persona y de su obra aparece, en especial, en los cuatro evangelios que son partes de la Biblia, la Palabra de Dios.
Zacarías 14 – Apocalipsis 20 – Salmo 148:1-8 – Proverbios 31:1-7