“¡Buenos días! -me dijo un cliente-. Le traigo el aparato que compré la semana pasada. No corresponde con la referencia que le había dado”. Como excusa, solo pude levantar los hombros y hacer esta reflexión: “Disculpe, ¡todo el mundo puede equivocarse!”. En efecto, cuando se trata de pequeñas cosas materiales, la expresión está muy bien adaptada. Sin embargo, hay decisiones y circunstancias de nuestra vida en las que no tenemos derecho a equivocarnos. El hecho de que “todo el mundo puede equivocarse” no borrará las faltas de nadie cuando cada uno tenga que comparecer ante Dios para rendir cuentas de su vida en la tierra, de sus decisiones y sus actos. Cuando no sabemos, podemos equivocarnos. Pero deberíamos saber, pues múltiples declaraciones de Dios nos dicen quiénes somos en el ámbito moral, y cuál debe ser nuestra conducta. Por ejemplo:
– Nuestra conciencia: ¿no hemos escuchado su voz muchas veces?
– Los llamados “diez mandamientos” y tantos otros dados por Dios mismo hace milenios.
– El Evangelio anunciado por Cristo y predicado luego en todo el mundo.
– La Biblia. Dios nos escribió, no solo para decirnos lo que tenía derecho a esperar de sus criaturas, revelándonos su total caída; también habla del medio para ser liberados a través del arrepentimiento y de la fe en Jesucristo. Nadie podrá decir que no lo sabía. Aún hoy Dios “manda”: el mensaje es urgente, pero está lleno de amor, para que nadie se prive de su gracia. Él quiere atribuirnos gratuitamente la justicia de Cristo, para que escapemos del juicio.
2 Crónicas 33 – 2 Corintios 7 – Salmo 106:13-18 – Proverbios 23:19-21