¡El qué dirán…! Esto es algo que nos preocupa muy a menudo. Nos importa mucho la opinión que los demás tengan de nosotros. Claro que debemos velar para no entristecer o escandalizar a los demás, pero esa no es la prioridad número uno. Lo primordial es lo que Dios piensa de nuestras acciones y de los motivos que nos hacen actuar. Todo ser humano es una criatura de Dios y, como tal, somos responsables de nuestro comportamiento ante él. De modo que en vez de pensar en el “qué dirán los demás”, sería mejor preguntarnos qué dirá Dios.
Amigo lector que quizá nunca ha visto las cosas bajo este ángulo, ¡ponga atención en ello! Llegará el día en que Dios examinará todo lo que hayamos hecho, todo lo que no tenga valor para él, y todo lo que quizás hayamos hecho contra él. Lo que hago, ¿agrada a Dios? ¡Esta es la pregunta fundamental!
La Biblia es categórica: “Sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6). En primer lugar, la fe consiste en aceptar a Jesucristo como Salvador. Esto significa reconocerse pecador y creer que el Hijo de Dios pagó el precio de nuestro perdón mediante su muerte en la cruz. En segundo lugar, para el cristiano, la fe consiste en creer todo lo que está escrito en la Biblia y vivir según ello.
Vayamos al grano, ante todo, tratemos de agradar a Dios aceptando la salvación que él nos ofrece. Y nosotros, los creyentes, andemos “como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra” (Colosenses 1:10).
1 Crónicas 24 – Lucas 19:28-48 – Salmo 92:10-15 – Proverbios 21:7-8