Dios puso a Adán y Eva en un huerto maravilloso. Les permitió comer el fruto de todos los árboles del huerto, excepto de uno; y les advirtió que, si comían de él, morirían (Génesis 2:17). Luego Satanás sembró la duda: “No moriréis… y seréis como Dios” (Génesis 3:4-5). Adán y Eva comieron del fruto prohibido… ¿Quién había dicho la verdad? Lo sabremos a continuación.
Eva dio a luz dos hijos, Caín y Abel. Un día, en el campo y por envidia, Caín mató a su hermano. Dios preguntó a Caín dónde estaba Abel. Él respondió que no sabía. Así el pecado, la mentira y la muerte entraron en el mundo. El libro de Génesis nos dice que Adán también murió (Génesis 5:5). Luego relata la historia de sus descendientes. Podemos leer, como un estribillo: vivió tantos años, “y murió”.
Dios había dicho la verdad, y Satanás había mentido.
Hoy el mundo conserva las características del jefe que eligió, es decir, Satanás, quien es “homicida… y… mentiroso” (Juan 8:44). Basta con escuchar las noticias para constatar que el mundo actual siempre está luchando con el homicidio y la mentira. Entonces ¿qué debemos hacer? ¿Desesperarnos?
¡No! El Señor Jesús nos dice: “El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25). Él es “el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6). ¡Sí, Jesús da la vida eterna a los que depositan su confianza en él! Este es el mensaje del Evangelio, escrito para todos.
1 Crónicas 16 – Lucas 13:18-35 – Salmo 90:1-6 – Proverbios 20:22