En el Antiguo Testamento, la viña simbolizaba al pueblo de Israel (Salmo 80; Isaías 5; Jeremías 2). ¡Qué sorpresa para los discípulos escuchar a Jesús decir: “Yo soy la vid verdadera”! Si querían llevar fruto para Dios y agradarle, no era suficiente pertenecer a ese pueblo: debían permanecer en Jesús. Esto también es cierto para nosotros, cristianos. Si podemos hacer cosas que agraden a Dios, es porque estamos unidos a Jesús, ¡no a la cristiandad o a una congregación!
“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos… separados de mí nada podéis hacer”, dijo Jesús. Los discípulos pertenecen a su Señor, como los sarmientos están unidos a la viña. Entonces pueden llevar fruto, es decir, reproducir los caracteres de Jesús. Así como la savia va de la cepa a los sarmientos (pámpanos), la vida de Jesús va de él a nosotros y se manifiesta en amor, gozo, paz, paciencia, santidad…
Para que los sarmientos puedan dar más fruto, es necesario quitarles las ramas inútiles y sin fruto. Este trabajo representa la formación y la disciplina de Dios hacia el creyente. Puede hacerse a través de las pruebas, pero primero se hace mediante la lectura de la Palabra de Dios y la obediencia a lo que nos dice. Leer la Biblia puede ser doloroso, pues ella nos muestra lo que somos realmente. Discernimos pensamientos, tendencias que deben desaparecer para que nuestra vida sea más conforme al pensamiento de Dios. El cultivador, es decir, Dios, actúa en ese sentido. Nuestra responsabilidad es aprender de él cada día.
*La vid es la cepa o el tronco de la viña.
2 Reyes 3 – Romanos 8:28-39 – Salmo 66:8-15 – Proverbios 16:17-18