Ante las manifestaciones y protestas que movilizan a las multitudes, podemos preguntarnos cuál debe ser nuestra reacción como cristianos.
La Biblia nos invita a recordar siempre que somos “extranjeros y peregrinos sobre la tierra” (Hebreos 11:13). Claro que debemos cumplir las leyes de nuestro país y someternos a “las autoridades… que… por Dios han sido establecidas” (Romanos 13:1). Pero Dios no nos pide tomar parte en las polémicas en las que él mismo es excluido. Un día el Señor Jesús dijo a uno de sus discípulos: “Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos” (Mateo 8:22). A los ojos de Dios el incrédulo es un “muerto”, al que sin embargo desea darle la vida eterna. Lo importante para nosotros, creyentes, es seguir a Cristo, sin participar en combates que no tienen nada que ver con nosotros, pues somos ciudadanos del cielo (Filipenses 3:20).
Nuestro combate debe consistir en rechazar toda forma de mal en nuestra vida, mediante la oración. Si la gente se burla de Dios, oremos por los que se burlan; si hay personas que matan a inocentes, oremos por los familiares afligidos, como también por los asesinos. Oremos igualmente por los gobernantes, pues su tarea no es fácil; no olvidemos que “Dios… quiere que todos los hombres sean salvos” (1 Timoteo 2:3-4).
“Esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos” (1 Pedro 2:15).
1 Samuel 9 – Mateo 9:1-17 – Salmo 8 – Proverbios 3:9-10