Los riesgos económicos, materiales y biológicos no son los únicos a los que estamos expuestos. ¡El riesgo más grande para cada ser humano es el de vivir ignorando a Dios!
¡Este es precisamente nuestro problema hoy en día! Una vida sin Dios es un fracaso. ¿Quién podría dar sentido, valor y un objetivo a nuestra vida, sino Aquel que nos creó?
¿Esta es la última palabra de Dios? ¿Tenemos que quedarnos ahí? ¡Gracias a Dios que no es así! Jesucristo, el Hijo de Dios, vino al mundo para llamar a los pecadores al arrepentimiento. Es indispensable que haya una conversión radical, pues el camino que todo hombre escoge de forma natural lo aleja cada vez más de Dios. Pero “Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Pedro 3:18).
Solo una vida vivida con él vale la pena ser vivida, nos da una esperanza real y nos conduce a un objetivo seguro.
Jesús, el buen Pastor, dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10:10-11).
Isaías 63-64 – Marcos 12:28-44 – Salmo 58:1-5 – Proverbios 15:17-18