El Señor está cerca: Lunes 23 Noviembre
Lunes
23
Noviembre
He aquí que tú eres hermosa, amiga mía; he aquí eres bella; tus ojos son como palomas.
Cantar de los Cantares 1:15
La hermosura de los redimidos

¿Qué puede hacer que una persona manchada y deformada por el pecado sea “hermosa” a los ojos de Jesús? ¿Dónde, cuándo y cómo puede encontrarse esa belleza? Esto es todo lo que necesita un alma para rebosar de alegría. “He aquí que tú eres hermosa, amiga mía”. ¡Oh, qué bendición tan inefable! ¡Qué son las riquezas, los honores o las glorias de este mundo comparados con oír tales palabras de Sus labios!

La respuesta a la pregunta inicial la hallamos en el evangelio de la gracia de Dios. Cuando un alma es atraída a Jesús, esta es recibida por él; es puesta bajo la luz de Dios en el pleno valor de la obra consumada por el Señor Jesús y la incomparable belleza de su Persona.

Esto es gracia: la gracia de Dios manifestada en el Evangelio de su Hijo. Todos los que creen son “aceptos en el Amado” (Ef. 1:6) mediante la obra consumada en la cruz; son justificados (véase Hch. 13:39); y la sangre de Jesús los limpia de todo pecado (véase 1 Jn. 1:7). ¡Qué «hermosura» la del alma redimida! ¡Sea la hermosura del Señor sobre nosotros (véase Sal. 90:17 VM)!

¡Qué belleza tan perfecta! ¡Se trata de la belleza del Señor mismo! La belleza de los ángeles será perfecta según el orden de su creación, mientras que el pecador salvado por gracia resplandecerá eternamente en la belleza del Señor.

Tal vez alguno diga: «Puedo creer que esto es verdad para otros, pero ¿podría ser esto también para mí? ¿Puede un lugar tan alto, una bendición tan gloriosa, pertenecerme alguna vez?». La respuesta del cielo es clara y sencilla: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hch. 16:31). Esa es la palabra de gracia perfecta para todo corazón, para todo aquel que cree.

Crea en Jesús, confíe en él, tal como usted es –manchado, deformado, incapaz– y, tan pronto como vuelva su corazón a él, será visto como completamente justo a Sus ojos. “Cree solamente” (Mr. 5:36). La obra fue consumada hace mucho, mucho tiempo.

A. Miller