El Señor está cerca: Lunes 2 Noviembre
Lunes
2
Noviembre
Te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé… hay aún muchos contumaces, habladores de vanidades y engañadores, mayormente los de la circuncisión, a los cuales es preciso tapar la boca; que trastornan casas enteras, enseñando por ganancia deshonesta lo que no conviene.
Tito 1:5, 10-11
Tito (4)
Nombrando ancianos

El apóstol Pablo tenía un doble ministerio: el Evangelio y la verdad de la Iglesia. Como buen líder, él centró su atención en estos dos aspectos, delegando a otros colaboradores asuntos necesarios pero secundarios, como el bautismo de nuevos creyentes (véase 1 Co. 1:14-17). Así, escribió a Tito –uno de sus colaboradores– para recordarle la razón por la que lo había dejado en Creta: “Para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé”. Muchos de los judíos con los que Pablo dialogaba en las sinagogas conocían bien las Escrituras del Antiguo Testamento. Sin embargo, la mayoría de los gentiles que se convertían salían de un trasfondo completamente pagano, con escaso o nulo conocimiento del Dios verdadero.

Humanamente hablando, es asombroso cómo, en cuestión de días o semanas, Pablo podía establecer una iglesia funcional en una ciudad pagana. Esto solo puede explicarse por la obra poderosa del Espíritu Santo, quien suele hacerlo a través de instrumentos humanos.

No se nos detalla todo lo que quedaba por poner en orden en Creta, pero sí se nos dan las cualificaciones necesarias para el cargo de anciano (véase vv. 6-9). Es probable que estas características requirieran tiempo para desarrollarse en un hombre y su familia recién salidos del paganismo. Tito, como representante del Señor, debía esperar con paciencia, dar un buen ejemplo en su propia vida, y solo entonces confiar el cargo de anciano a creyentes provenientes de la cultura cretense, en la cual los hombres se caracterizaban por ser “siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos” (v. 12). ¡Qué cambio el ser nuevas criaturas!

Eugene P. Vedder, Jr.