La historia relatada en el pasaje de hoy es exclusiva del Evangelio según Mateo. Un tema central en este Evangelio es cómo el Señor desea identificarse con nosotros. En sus páginas encontramos a “Dios con nosotros” en la persona de Cristo (Mt. 1:23); Cristo unido a nosotros como Maestro (véase Mt. 11:29-30); él en medio nuestro cuando nos reunimos en su Nombre (véase Mt. 18:20); y, como el Señor resucitado, prometiendo: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt. 28:20). Este énfasis también lo vemos en el versículo de hoy –en las palabras del Señor a Pedro: “Por mí y por ti”.
Pedro fue interrogado por los funcionarios del templo: “¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?” (v. 24). Queriendo proteger el testimonio de su Señor como un judío respetuoso de la Ley, Pedro respondió rápidamente: “Sí”. No obstante, la realidad es que no sabía con certeza la respuesta. Cristo, que conocía tanto el corazón de Pedro como la conversación que este acababa de tener, le planteó una pregunta cuando entraron en casa: “¿De quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos, o de los extraños?”. Pedro respondió acertadamente: “De los extraños”. Entonces Jesús concluyó: “Luego los hijos están exentos” (v. 26). Sin embargo –y aquí se revela la gracia de su carácter–, “para no ofenderles”, pagaron el impuesto (v. 27).
La implicación es tan clara como profunda: Cristo, el Hijo del Gran Rey (véase Mt. 5:35), se identifica con Pedro como hijo. Entonces el Señor de la creación proporcionó la cantidad exacta para el impuesto del templo desde la boca de un pez. Él, que conocía los pensamientos de Pedro, también sabía dónde encontrar un pez con una moneda en su boca. “El primer pez que saques, tómalo”. A través de este acto, el Señor Jesús se identifica con Pedro de manera maravillosa y llena de gracia. Le dice: “Dáselo por mí y por ti”. Somos hijos y somos libres (véase Gá. 3:26). Utilicemos nuestra libertad para la gloria del Señor.