El Señor está cerca: Jueves 1 Octubre
Jueves
1
Octubre
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
Romanos 12:1
Diezmar o no diezmar

Muchas congregaciones cristianas le dan mucha importancia al acto de dar el 10% de sus ingresos a Dios, es decir, el diezmo. Otros, en cambio, insisten en que, como ya no estamos bajo la Ley, el diezmo no es obligatorio. El versículo de hoy nos da una respuesta clara.

Dios desea que presentemos nuestros cuerpos en sacrificio vivo. Entonces, ¿qué es lo que agrada a Dios: solo el 10% de nosotros? Además, esta entrega debe ser voluntaria, una ofrenda de libre voluntad, no una imposición. ¿Qué valor tendría si le dijera a mi hijo: «Hijo, quiero que me digas todos los días que me amas. Si no lo haces, te castigaré»? Si lo hiciera, no significaría mucho para mí, pues lo haría por obligación, no por amor. Pero si, por su propia iniciativa, viene y me dice que me ama, eso sí me alegraría.

El Antiguo Testamento nos proporciona algunos principios útiles. Si damos el 10%, no hacemos más que lo que hacía un judío bajo la Ley. Si damos menos, somos considerados «ladrones» (véase Mal. 3:8). Sin embargo, al estar bajo la gracia, se nos anima a darle todo lo nuestro al Señor. Esto fue lo que hicieron los creyentes en Macedonia: primero se entregaron a sí mismos al Señor, y luego dieron sacrificialmente para los creyentes necesitados en otros lugares (véase 2 Co. 8:1-5).

Así debemos dar nosotros también: primero nosotros mismos, y luego según la necesidad y nuestra capacidad, recordando que todo lo que tenemos nos ha sido dado por el Señor. Todo le pertenece a él, nosotros solo somos administradores de lo que él nos ha confiado. Entonces damos, y lo hacemos para las necesidades de la obra del Señor y para cubrir las necesidades de los suyos. No lo hacemos por obligación, sino por amor a Aquel que nos redimió.

Así que sí, el diezmo como mandato quedó en el pasado, pero también debemos entender que debemos darle al Señor aquello que es legítimamente suyo.

Albert Blok