El Señor está cerca: Viernes 2 Octubre
Viernes
2
Octubre
Había esta costumbre en Israel tocante a la redención y al contrato, que para la confirmación de cualquier negocio, el uno se quitaba el zapato y lo daba a su compañero; y esto servía de testimonio en Israel.
Rut 4:7
Cristo: nuestro Pariente redentor

En los días de los Jueces hubo hambre en la tierra. En ese tiempo, un hombre llamado Elimelec tomó a su esposa Noemí y a sus dos hijos, Mahlón y Quelión, y abandonó su tierra natal para establecerse en Moab. Allí, sus hijos se casaron con mujeres moabitas. Sin embargo, con el paso del tiempo, Elimelec y sus dos hijos murieron, y Noemí quedó viuda.

Profundamente afligida, Noemí decidió regresar a su tierra y a su pueblo. Una de sus nueras, Rut, se unió a ella y emprendió el viaje de regreso. Al llegar, Noemí descubrió que había perdido su heredad y, como viuda, no tenía medios para subsistir. El pariente más cercano no podía redimir la tierra para ella, ni casarse con Rut para dar continuidad al nombre de Mahlón. Sin embargo, Booz, otro pariente, sí podía y estaba dispuesto a redimir la herencia y levantar descendencia al difunto. La redención debía realizarse públicamente, a la puerta de la ciudad, ante testigos.

En este relato vemos una imagen de nosotros mismos. Como Elimelec, buscamos lo que parecía mejor y nos alejamos, yendo simbólicamente a Moab, figura del mundo. Como resultado, nos hallamos en necesidad, como Noemí y Rut. El pariente cercano representa a la Ley: aunque justa, no puede redimir. Booz, figura de Cristo, no solo podía redimir, sino que también estaba dispuesto. Al quitarse el zapato, el pariente cercano declaraba que no podía recorrer el camino del redentor. Booz, al tomarla, afirmaba con hechos: «Puedo hacerlo y lo haré». Así también Jesús, nuestro pariente redentor, como el Cristo, pudo y quiso redimirnos. Lo hizo cuando estábamos en nuestra mayor necesidad, como Rut y Noemí.

Brian Prigge
¡Redentor, oh qué belleza en tal título se ve!
Cristo sólo, con certeza, digno de llevarlo fue.

R. Holden