El Señor está cerca: Viernes 23 Octubre
Viernes
23
Octubre
Cuando se hallare en medio de ti… hombre o mujer que haya hecho mal… que hubiere ido y servido a dioses ajenos… quitarás el mal de en medio de ti.
Deuteronomio 17:2-3, 7
No hay acuerdo entre Dios y los ídolos

Esta enseñanza nos recuerda que no puede haber comunión entre Dios y la idolatría. El apóstol Pablo lo expresó con contundencia a los corintios: “Lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios. No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios” (1 Co. 10:20-21). Más adelante, reforzó el mismo principio: “¿Qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos” (2 Co. 6:16-17).

Esto fue exactamente lo que hicieron los creyentes de Tesalónica. Se habían convertido “de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera” (1 Ts. 1:9-10). Ser cristiano es, por definición, vivir en separación de toda forma de idolatría.

No se puede adorar a Dios y a los ídolos: o se es adorador del Dios vivo y verdadero, o se está envuelto en idolatría. Ambas cosas son absolutamente incompatibles. La idolatría es una de las obras de la carne (véase Gá. 5:20). Aunque en muchos lugares del mundo moderno no haya ídolos tallados visibles, no por eso estamos libres de este peligro. Idolatría es todo aquello que ocupa de reverencia o adoración que solo le corresponde solo a Dios. Pablo expresó esto claramente: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros… avaricia, que es idolatría” (Col. 3:5).

Muchas cosas pueden convertirse en ídolos en nuestros pensamientos o acciones. Por eso, el llamado sigue siendo el mismo: “Santificad a Dios el Señor en vuestros corazones” (1 P. 3:15). “Hijitos, guardaos de los ídolos” (1 Jn. 5:21).

Alexandre Leclerc