El Señor está cerca: Sábado 26 Septiembre
Sábado
26
Septiembre
¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro.
Romanos 7:24-25
Doy gracias a Dios

La Ley me dice que Dios es un juez justo. Me muestra lo que debo ser; pero, ¿qué me revela acerca de quién es Dios, excepto que no tolera la injusticia? Me dice que debo amar a Dios, pero no me dice quién es ese Dios que debo amar. No me lo describe. Simplemente declara que debo amarlo, y que si no lo hago, seré castigado. Pero no me muestra nada de su carácter que despierte en mí ese amor.

¿Y qué me dice el Evangelio? Me dice: usted no ha amado a Dios, pero Dios lo ha amado a usted todo el tiempo. Ese es el punto de partida para el alma. Dios me amó cuando yo no lo amaba. Es cierto que, por medio del Evangelio, recibimos nuevos pensamientos y nuevos deseos. Pero cuando somos sinceros, la conciencia, al entrar en la luz, reconoce y juzga todos los pecados. Entonces descubro que este amor de Dios ha enviado a Cristo, y que Cristo, viniendo en ese mismo amor, no me dice: «Te ayudaré a que me ames», sino: «Te amaré». No me exige que primero me libre del pecado en la carne; simplemente me ama. “Lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo… condenó al pecado en la carne” (Ro. 8:3). ¿Dónde lo condenó? En la cruz.

Ahora, pues, he sido perdonado; soy libre. Veo el amor de Dios que, cuando yo me encontraba en esa terrible condición de muerte en el pecado, Cristo descendió hasta allí y el pecado fue condenado. Cuando una persona ha comprendido su verdadera condición, como responsable ante Dios bajo la Ley, exclama: “¡Miserable de mí!” Pero al ver que Cristo ha venido y lo ha hecho todo por ella, puede entonces decir: “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro”.

J. N. Darby
Señor, ¡cuán insondable es tu divino amor!
Perfecto, inmutable, nos llena de fervor;
Amándonos bajaste a nuestro mundo cruel:
La vida Tú ofrendaste, poderoso Emmanuel.

R. Holden