El Señor está cerca: Lunes 14 Septiembre
Lunes
14
Septiembre
Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo.
Salmo 42:1-2
Satisfecho por la presencia de Dios

Una mujer abre la puerta de su casa y entra en una vivienda vacía. Deja caer su bolso y sus bolsas sobre el sofá, y, casi automáticamente, pone música. ¿Alguna vez se ha preguntado qué impulso lleva a las personas a querer romper el silencio de un hogar tranquilo? Las imágenes y sonidos de la televisión o la radio parecen satisfacer temporalmente nuestra necesidad de sentir que no estamos solos.

Dios nos creó con un profundo anhelo de su presencia, porque él desea una relación íntima con cada uno de nosotros. Aunque solo él puede llenar ese vacío, las personas intentan saciar su anhelo con todo tipo de relaciones y actividades. Sin embargo, llenar ese espacio con algo que no sea el Señor es, en el mejor de los casos, una solución temporal.

La Biblia nos insta a detener nuestra frenética búsqueda de satisfacción en lo que ofrece el mundo y a reconocer que solo debemos acudir a Jesucristo. A pesar de esto, tantas personas buscan sustitutos de su presencia. Los amigos, los pasatiempos y las agendas apretadas proporcionan un placer momentáneo, pero consumen un tiempo precioso que debería ser dedicado a la quietud ante Dios. Y con demasiada frecuencia, cuando la diversión de una actividad se agota, buscamos rápidamente una nueva fuente de entretenimiento para llenar el vacío.

Nada aparte de Dios puede llenar adecuadamente el espacio en nuestra vida que él ha reservado para sí mismo. El ruido y las ocupaciones solo pueden satisfacernos por un tiempo limitado. La presencia transformadora de nuestro Padre es la única solución genuina. Para los creyentes, el Espíritu Santo ya mora en su interior. Lo que necesitamos hacer es acomodarnos en la quietud ante él, y él se nos revelará.

Tim Hadley, Sr.
A solas al huerto yo voy, cuando duerme aún la floresta;
Y en quietud y paz con Jesús estoy, oyendo absorto allí su voz.

C. A. Miles