Cuando Nehemías era copero del rey, su corazón se conmovió profundamente al conocer la difícil situación de los israelitas en su tierra y el estado de Jerusalén. Con el permiso del rey, emprendió el viaje para reconstruir la ciudad. Aunque enfrentó numerosos obstáculos, no permitió que nada lo apartara de su propósito.
De su ejemplo aprendemos lecciones valiosas:
1. Permanecer en el centro de la voluntad de Dios. Cuando Nehemías clamó al Señor por su pueblo y su patria (véase Neh. 1:4-11), Dios le mostró claramente lo que debía hacer. Entonces Dios mismo movió el corazón del rey para favorecer su causa y proveerle todo lo necesario. Saber que estamos justo donde Dios nos quiere nos da la confianza para enfrentar las pruebas sin desviarnos del camino.
2. No perder de vista el propósito. Nehemías sabía que su principal tarea era reconstruir Jerusalén. Así también, Dios ha preparado obras específicas para cada uno de nosotros. Su obra es siempre valiosa. No debemos subestimar la porción que nos ha tocado, por pequeña que nos parezca.
3. Cumplir fielmente cada tarea. Después de superar cada crisis, Nehemías volvía a la labor que Dios le había encomendado. Si mantenemos en mente el propósito de Dios, podremos permanecer en el lugar que se nos ha asignado, avanzar paso a paso y perseverar sin desviarnos.
4. Identificar con precisión nuestras distracciones. Quienes intentaban interrumpir el trabajo, desviar su atención o atacarlo personalmente, no venían de parte de Dios. Con la ayuda del Señor, Nehemías supo discernir a quién escuchar y a quién ignorar. También nosotros debemos identificar las personas o circunstancias que buscan desenfocarnos. Ser conscientes de su influencia puede ayudarnos a mantenernos firmes y centrados en lo que verdaderamente importa.