El Señor está cerca: Miércoles 9 Septiembre
Miércoles
9
Septiembre
Ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.
Salmo 139:24
El camino correcto (17)
El camino eterno

David, el varón conforme al corazón de Dios, fue llamado a convertirse en rey de Israel (véase 1 S. 13:14). Pero Dios lo formó y lo moldeó, a través de muchas experiencias, para convertirlo en el líder que Él quería que fuera. Aunque David fracasó en varias ocasiones, siempre reconoció su pecado, lo confesó con humildad y volvió a su Dios para servirlo a él, y solo a él. No se limitó a identificar lo que había hecho mal, sino que también se arrepintió sinceramente (véase Sal. 32:1-5). Dios lo guio por el camino que debía seguir (véase Sal. 32:8), enseñándole no solo a confesar sus actos, sino también a reconocer su propia naturaleza delante de Dios.

David aprendió a ver su miseria a los ojos de Dios. Entendió que Dios desea la verdad en lo íntimo (véase Sal. 51:6). Por eso clamó por un corazón limpio y un espíritu recto, para poder disfrutar plenamente de la presencia de Dios. Con un espíritu quebrantado, lejos del orgullo y del yo, su corazón contrito estaba en sintonía con Dios. Solo así pudo servirlo y adorarlo de manera genuina.

En el Salmo 139, David se encuentra postrado ante la presencia de Dios, después de haber aprendido quién es Dios y lo corrompido que era en sí mismo. Reconoció que caminaba con Dios por el camino eterno, bajo su mirada escrutadora. Nada está oculto delante del Dios omnisciente. David comprendió que no hay forma de huir de su presencia, pues Dios es omnipresente. Él es el Creador y Sustentador del universo, el Omnipotente, cuyas obras son maravillosas. En un lenguaje profundamente poético, David alabó a Dios por haberlo formado con sabiduría desde el vientre de su madre. Este gran Dios, que nos creó y conoce cada uno de nuestros días, vela por nosotros con amor eterno.

Alfred E. Bouter
En tu fuente, que nunca se agota, nuestras almas por fe beberán;
El amor que tú sientes las quia, y por sendas de gozo andarán;
Como el ave veloz subiremos, y en el trono te habremos de ver;
Con las alas muy leves, gozosos, el camino podremos correr.

J. Mora