El Señor está cerca: Miércoles 16 Septiembre
Miércoles
16
Septiembre
Reprime del llanto tu voz, y de las lágrimas tus ojos… Esperanza hay también para tu porvenir, dice Jehová, y los hijos volverán a su propia tierra.
Jeremías 31:16-17
Oró [Manasés] a Jehová su Dios, humillado grandemente en la presencia del Dios de sus padres.
2 Crónicas 33:12-13
Aún hay esperanza para sus hijos

Queridos padres y abuelos de hijos descarriados: ¡anímense y confíen en el Señor! Recuerden que Dios es poderoso para hacer muchísimo más abundantemente de lo que pedimos o pensamos (véase Ef. 3:20). No se rindan ni se desanimen. Satanás se alegraría enormemente si lograra volverlos ineficaces en la batalla espiritual; eso sería una doble victoria para él.

Piensen en la historia de Manasés. Su padre, el rey Ezequías, fue un hombre que –aunque no era perfecto– honró a Dios y fue instrumento de un gran avivamiento entre su pueblo. Pero cuando Ezequías murió, su hijo Manasés subió al trono e hizo lo malo en gran manera. Llegó a ser símbolo de la maldad, y sus atrocidades fueron tan extremas que, incluso años después, el Señor no desvió el ardor de su gran ira contra Judá a causa de las iniquidades de Manasés (véase 2 R. 22:11-14). Humanamente hablando, su historia parecía completamente perdida.

Pero entonces, Dios intervino. Manasés fue llevado cautivo a Babilonia, y allí, en medio de su aflicción, buscó al Señor su Dios. Se humilló profundamente y oró. Y Dios, en su gracia, lo escuchó, tuvo misericordia de él y lo restauró a su reino en Jerusalén. En sus últimos años, Manasés comenzó a reconstruir aquello que antes había destruido. Hubo una restauración espiritual en su corazón, y eso también impactó al pueblo.

Los caminos de Dios no son los nuestros, y él no ha terminado su obra en nosotros (véase Fil. 1:6). Como alguien dijo una vez: «La historia no termina hasta que termina». No saquemos conclusiones precipitadas. En lugar de eso, humillémonos ante Dios, busquemos su rostro, oremos con fe y confiemos en que él obrará.

Albert Blok