El Señor está cerca: Sábado 12 Septiembre
Sábado
12
Septiembre
Tenemos una buena conciencia, deseando conducirnos honradamente en todo.
Hebreos 13:18 NBLA
El encanto de la caballerosidad

Quienes invocan el nombre de Cristo están llamados a vivir según un estándar muy elevado. Aunque seamos conscientes de nuestras fallas, nos hace bien tener siempre presente esta realidad.

Antiguamente, había un dicho que decía: «Un cristiano es siempre un caballero». Y, en efecto, el cristiano debería ser la expresión más elevada de un verdadero caballero. Quizá no descienda de noble cuna ni haya recibido una educación clásica, pero ha sido formado en la escuela de la gracia, donde el corazón aprende a latir al compás de la verdad. Allí recibe lecciones que lo capacitan para llevar, con humildad y sin abuso, el venerable título de «caballero».

Es generoso y valiente, y nunca incurre en actos deshonrosos. No irrumpe en los secretos de otros, ni traiciona a quienes le han confiado algo. No ataca por la espalda ni finge lo que no es. Es el mismo ante el rostro de un hombre que en su ausencia. Se alegra sinceramente cuando otros lo superan, y no abriga envidia ni rencor. Su mente está ocupada en todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable y digno de alabanza; y no concede espacio a lo que se opone a estas virtudes (véase Fil. 4:8).

No hiere con ligereza. Consciente del peso que llevan las lágrimas humanas, el verdadero caballero no complica innecesariamente la vida de nadie. Abraham Lincoln dijo, al comenzar su segundo mandato: «Mientras he estado aquí, no he plantado voluntariamente una espina en el pecho de nadie».

Además, un caballero posee un humor sano y bondadoso. El sabio dijo que “el corazón alegre hermosea el rostro” y que “el corazón alegre constituye buen remedio” (Pr. 15:13; 17:22). ¿Qué hay más refrescante que la alegre risa de un niño? Es el borboteo de la fuente de la inocencia y la sencillez de un pequeño corazón. ¿Y no nos enseñó nuestro Señor que debemos hacernos como niños pequeños?

G. Henderson