El Señor está cerca: Martes 8 Septiembre
Martes
8
Septiembre
Cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron.
2 Tesalonicenses 1:10
La esperanza de gloria

A primera vista, podríamos pensar que este versículo no está bien traducido. Nos resulta fácil comprender que Cristo será glorificado por sus santos en su segunda venida, pero el texto dice que será glorificado en ellos. Esta distinción es significativa. La gloria de Cristo no se verá en algo que seamos en nosotros mismos, sino en lo que su gracia ha producido en nosotros. Como dice 1 Juan 3:2: “Cuando él se manifieste, seremos semejantes a él”.

Cuando Cristo venga en aquel día, los pobres, perseguidos y despreciados tesalonicenses –a quienes Pablo dirigió estas palabras– serán un espectáculo maravilloso que los habitantes de la tierra contemplarán, pues compartirán la gloria y el triunfo del Señor. También nosotros, que una vez estábamos muertos en delitos y pecados, que hemos sido vivificados y sentados en los lugares celestiales en Cristo Jesús, mostraremos “en los siglos venideros [el milenio y la eternidad] las abundantes riquezas de su gracia” (Ef. 2:7). Seremos exhibidos por toda la eternidad como una Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni cosa semejante, sino santa y sin defecto. En la gloria, Cristo se manifestará perfectamente en su pueblo (véase Col. 1:27).

Pero este propósito futuro de Dios –que Cristo sea glorificado en sus santos– también debe ser nuestro anhelo presente. En vista de su obra consumada, el Señor Jesús oró al Padre: “Todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos” (Jn. 17:10). Esta es una verdad posicional, un hecho consumado a los ojos de Dios. Pero, ¿puede decirse también de nuestro andar práctico? ¿Glorificamos realmente a Cristo en nuestra vida diaria? Este misterio de la glorificación recíproca –Cristo en nosotros, y nosotros en él– no es solo una promesa futura, sino una experiencia presente. “Mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen” (2 Co. 3:18). Solo podremos glorificar a Cristo en la medida en que su carácter se forme en nosotros y lo reflejemos en nuestra vida.

Tim Bouter