Lot era hijo de Harán, el hermano mayor de Abram. Tras la muerte prematura de su padre, parece que fue primero cuidado por su abuelo Taré, y luego por su tío Abram. En 2 Pedro 2:7-8, Dios llama a Lot “justo” y menciona su “alma justa”. ¡Qué consuelo nos da esta declaración del Nuevo Testamento, porque al leer Génesis, difícilmente percibimos este carácter! Más bien, parece un personaje secundario, un simple acompañante de Abram.
Curiosamente, hay cosas esenciales que Lot aparentemente nunca aprendió de su tío. Por ejemplo, nunca lo vemos construir un altar. ¿Habrá adorado con Abram? Quizás sí, quizás no. Pero la Escritura guarda silencio al respecto. Nuestro Señor Jesús nos recuerda en Juan 4:23 que el Padre busca adoradores. ¿Somos tales adoradores? ¿Nos presentamos ante él tanto en lo privado como en conjunto con otros, ofreciéndole nuestra alabanza y adoración como sacerdotes santos? ¿O nos conformamos simplemente con «ir a la iglesia»?
Abram, Isaac y Jacob vivieron en tiendas: símbolo de que se sentían extranjeros y peregrinos en la tierra, porque esperaban “la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (He. 11:10). Lot también tenía tiendas al principio, pero después de separarse de Abram, ya no habitaba en una tienda, sino en una casa, dentro de una ciudad cuyos habitantes eran “malos y pecadores contra Jehová en gran manera” (Gn. 13:13). Más adelante, Lot perdió todas sus posesiones, antaño tan grandes e importantes para él. ¿Cuáles son nuestras prioridades en la vida?