Es importante defender con firmeza lo que es correcto, especialmente cuando se trata de la verdad de Dios. Mientras Pablo y Bernabé permanecían en Antioquía, “algunos” –a quienes la Palabra de Dios no llama hermanos ni discípulos– llegaron desde Judea, trayendo enseñanzas fundamentalmente falsas acerca de nuestra salvación. Tanto Pablo como Bernabé se opusieron con firmeza, defendiendo la verdad de Dios con valentía. En lugar de resolver el asunto por sí mismos, la iglesia en Antioquía envió una delegación de hermanos, la que incluía a Pablo y Bernabé, a Jerusalén para discutir el asunto con los apóstoles y los ancianos de allí.
La asunto fue discutido a fondo. Bernabé y Pablo –nótese el orden en el versículo 12– tomaron un papel importante en la discusión. El tema fue zanjado tomando como fundamento un pasaje del libro de Amós. ¿La conclusión? La circuncisión y el cumplimiento de la Ley no son necesarios para la salvación. Los hermanos escribieron entonces a Antioquía, diciendo: “Ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros” (v. 28). De esta forma, el asunto quedó resuelto de una vez por todas.
Más tarde, al regresar a Antioquía, Pablo le propuso a Bernabé visitar a los hermanos en cada ciudad donde habían predicado la Palabra, para ver cómo estaban. La insistencia de Bernabé en llevar a Juan Marcos con ellos, y el rotundo rechazo de Pablo, llevó a que ambos tomaran caminos separados en su servicio. Mientras que en relación con la verdad debemos ser firmes, ¡seamos dóciles en lo que respecta a los asuntos personales!