Una rama que ha estado unida a la vid puede marchitarse y volverse inútil para el viticultor. Esto puede suceder por una rotura en la rama, una enfermedad o por una plaga de insectos. Cuando la savia de la vid deja de fluir hacia el pámpano, este pierde su vitalidad y comienza a secarse.
Muchos interpretan este pámpano marchito como la imagen de un falso profesante que ha vuelto al mundo. Sin embargo, en el contexto de Juan 15, el Señor no está hablando de la salvación, sino de dar fruto. De hecho, ya les había dicho a sus discípulos que ya estaban limpios y en él, refiriéndose a verdaderos creyentes.
El pensamiento aquí es la falta de fruto para la gloria de Dios. Lot es un claro ejemplo de un pámpano estéril. Primero, levantó su tienda hacia Sodoma, lo que representa un pámpano que reposa sobre el suelo. Luego, lo vemos en la puerta de Sodoma, lo que indica que había alcanzado una posición prominente en la ciudad. Sin embargo, su vida no produjo mucho fruto mientras estuvo allí. Cuando intentó testificar a sus yernos, ellos no lo tomaron en serio (véase Gn. 19:14). Se había convertido en un pámpano sin fruto, sin un testimonio eficaz para sus propios familiares. No obstante, en 2 Pedro 2:8 leemos acerca de Lot: “Porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos”.
¿Cómo evitamos ser estériles? ¡Permaneciendo en la Vid! El resultado de esto es triple: oraciones contestadas, un amor permanente y plenitud de gozo (véase vv. 7, 10, 11). ¡Esto es mucho mejor que ser estéril! ¡Seamos creyentes que permanecen en la Vid y dan fruto para su gloria!