El Señor está cerca: Viernes 12 Junio
Viernes
12
Junio
Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.
Miqueas 6:8
¿Cómo debemos conducirnos?

Las palabras de Miqueas no son simplemente una repetición de la Ley, y de hecho, parecen omitir gran parte de lo que la Ley decía. Aquí, Dios enfatiza que la Ley demandaba cualidades morales que no se hallan naturalmente en nadie. ¿Cuántas personas practican siempre la justicia, aman la misericordia y caminan humildemente con su Dios? ¿Podría alguien atreverse a decir que jamás ha fallado en esto? Lamentablemente, la naturaleza pecaminosa del hombre hace que esto sea imposible.

Nicodemo era, sin duda, un hombre justo. Cuando acudió a Jesús, pensaba que solo necesitaba más enseñanza, pero el Señor le dijo: “El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Jn. 3:3). Sin el nuevo nacimiento, las cualidades mencionadas en el versículo de hoy jamás podrán manifestarse plenamente en nadie.

La Ley de Moisés y la instrucción de Miqueas no fueron dadas porque Dios esperara que las cumpliéramos por nuestras propias fuerzas, sino para que reconociéramos nuestra total incapacidad de hacerlo. No importa cuánto lo intentemos, es imposible cumplirlas por nuestras propias fuerzas. Dependemos completamente de la gracia de Dios en Cristo Jesús. Necesitamos nacer de nuevo por el poder del Espíritu de Dios. Nuestros pecados solo pueden ser perdonados por el precioso sacrificio de Cristo en el Calvario, y solo por una nueva vida en él podemos ser libres de la contaminación del pecado.

Esta nueva vida en Cristo nos impulsará a obrar con justicia, amar la misericordia y caminar humildemente con Dios, pero nunca a jactarnos de ello. Nuestra vieja naturaleza pecaminosa todavía puede entrometerse, recordándonos cuán humildes y dependientes del Señor debemos ser. “Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén” (Jud. 24-25).

L. M. Grant