Esta es la última de las siete declaraciones “Yo soy” en el Evangelio según Juan. El Señor Jesús ya había dicho: “Yo soy el pan de vida” (Jn. 6:35), “Yo soy la luz del mundo” (Jn. 8:12) y “Yo soy la puerta” y “el buen pastor” (Jn. 10:9, 11). Estas cuatro afirmaciones fueron pronunciadas públicamente. Luego, en Juan 11:25, dirigió sus palabras a Marta de manera personal: “Yo soy la resurrección y la vida”. Más adelante, en Juan 14 y 15, les habló directamente a sus discípulos, declarando: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Jn. 14:6) y “Yo soy la vid verdadera” (Jn. 15:1). Las dos primeras palabras de estas declaraciones, “Yo soy”, nos remiten a su preexistencia antes de Abraham (Jn. 8:58). Él es el Yo soy de Éxodo 3. Cristo es el gran “Yo soy”, Dios manifestado en carne (véase 1 Ti. 3:16), el Verbo eterno que se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn. 1:1, 14).
Como la Vid verdadera, el Señor Jesús contrasta con la nación de Israel, que fracasó en dar el fruto que el Labrador esperaba (véase Is. 5:1-7; Sal. 80:8; Jer. 2:21). A diferencia de Israel, Jesús es la Vid verdadera, quien vivió en dependencia del Padre, que es el labrador (véase Jn. 5:19; 14:19).
¡Qué privilegio estar unidos a esta Vid! ¿Ha usted experimentado la dulzura de descansar a su sombra, protegido del calor del día? ¿Puede usted decir como la esposa en Cantares 2:3: “Bajo la sombra del deseado me senté, y su fruto fue dulce a mi paladar”. ¡Todos los recursos que fluyen de la Vid verdadera están disponibles para aquellos que permanecen en él!