El Señor está cerca: Miércoles 18 Marzo
Miércoles
18
Marzo
Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
Gálatas 6:14
Nos gloriamos en la cruz

La cruz ha obrado de dos maneras con nosotros: nos ha dado paz de conciencia (no una paz basada en lo que el hombre puede ver externamente) e “hizo perfectos para siempre a los santificados” (He. 10:14). Todo pecado ha sido borrado y eliminado. ¡Puedo gloriarme en la cruz porque mis pecados han desaparecido! Ahora hay comunión y paz en mi alma.

En segundo lugar, la cruz nos da entendimiento en los caminos de Dios. Cuando usted no la conoce, puede esforzarse de innumerables maneras para calmar y satisfacer su conciencia. Sin embargo, cuando comprendemos su significado, ella libera nuestros afectos espirituales. Al ver la cruz, podemos amar a Dios. Si lo hemos ofendido, podemos acudir directamente a él y confesárselo, pues somos sus hijos, y nuestra relación con él no se altera por ello: este es nuestro feliz privilegio.

Gloriarme en la cruz me libra de gloriarme en mí mismo, pues no soy más que un pecador. La cruz nos ha llevado a Dios, porque Cristo sufrió, el Justo por los injustos. ¿Se glorían nuestras almas en la cruz del Señor Jesucristo, o en la vanidad y en el yo? Si usted no se gloría en la cruz, usted es quien pierde, porque en ningún otro lugar se manifiestan con tanta claridad el amor, la santidad, la sabiduría y la verdad de Dios. Usted no necesita ir a ninguna parte para alcanzarla: ha llegado hasta donde usted está. No es cuestión de esperar a estar mejor para acudir a la cruz. Usted no puede venir cuando esté mejor, aunque la cruz lo hará mejor. Debe venir como un pecador. El apóstol Pablo lo hizo como el principal de los pecadores (véase 1 Ti. 1:15).

Entonces, como él mismo dice: “El mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” (Gá. 6:14). La naturaleza pecaminosa, que está vinculada al mundo, fue la causa de la muerte de Cristo. Por lo tanto, cuando me glorío en la cruz, estoy crucificado al mundo.

J. N. Darby