¿No es esto una advertencia para nosotros? Cansados de andar en el camino de Dios, ¿no estamos a veces tentados de buscar un camino más fácil en un sistema humano, un sistema en el que, introduciendo principios y métodos mundanos, escaparemos del continuo ejercicio de la fe al que somos llamados? ¿No estamos a veces cansados del incesante conflicto que supone mantener la verdad, y luego tentados a rehuir, temiendo ser molestados por llamadas de trompeta que nos avisen de los peligros que nos acechan? ¿No estamos tentados de decir: «Si tenemos que enfrentarnos a un combate continuo, sufriremos hambre espiritual»?
En presencia de tales argumentos –ya sea que surjan en nuestros propios corazones, o nos sean sugeridos por otros– recordemos las advertencias del Señor a los judíos en los días de Jeremías. En primer lugar, dar un paso en falso para evitar dificultades es la forma más segura de caer en ellas. Sí, dejar el terreno de Dios para huir de los ejercicios del camino de la fe nos abrumará con problemas en el camino de nuestra propia voluntad y nos atará al mundo. Nada distorsiona tanto el juicio e impide la comprensión de la verdad como la propia voluntad. No ve lo que no quiere ver. Y, como siempre, detrás de la propia voluntad se encuentra el orgullo. No quieren admitir que se equivocan: “Todos los varones soberbios dijeron a Jeremías: Mentira dices; no te ha enviado Jehová nuestro Dios para decir: No vayáis a Egipto para morar allí” (v. 2).
Corazones engañados por su propia voluntad y orgullo, se alejan de las instrucciones del Señor y se desvían de su camino. Abandonan el terreno del Señor destinado a su pueblo y toman el camino de su propia elección. Si queremos saber el camino que tenemos que recorrer y lo que tenemos que hacer, pidamos con rectitud a Dios que nos lo haga saber, obedezcamos su Palabra y moremos allí.