El 16 de noviembre de 1985, Armero, una ciudad colombiana, fue devastada por un lahar (avalancha de lodo y escombros volcánicos) provocado por la erupción del volcán Nevado del Ruiz. Lamentablemente, la población ignoró las múltiples advertencias de peligro. Cuando la destrucción se acercaba, el alcalde transmitía por radio pidiendo calma a los ciudadanos. La transmisión se interrumpió abruptamente cuando la avalancha alcanzó la ciudad. Esta catástrofe natural cobró la vida de más de 25. 000 personas y destruyó casi por completo la ciudad.
La aplicación de este acontecimiento histórico es clara: un día la destrucción llegará sobre esta tierra. En estos momentos, Dios, en su misericordia, está llamando a todas las personas, en todo lugar, al arrepentimiento (véase Hch. 17:30). ¡Por favor, arrepiéntase antes de que sea demasiado tarde!
A través de la Biblia, vemos cómo Dios repetidamente llamó a su pueblo Israel al arrepentimiento. Continuamente les dijo que se apartaran de sus ídolos, de sus malos caminos, de su desobediencia y que volvieran a él. Sin embargo, el pueblo no prestó atención a estas advertencias y, como consecuencia, experimentó derrota y destrucción. Dios ejerció su disciplina sobre ellos.
No apuntemos con el dedo a Israel con tanta facilidad, pues Dios también nos ha advertido y amonestado. En Apocalipsis 2 y 3 encontramos las advertencias proféticas del Señor a la Iglesia, donde nos muestra las consecuencias de ignorar sus llamados. Al final de estos mensajes, vemos al Señor llamando a la puerta, deseando entrar para tener comunión con nosotros (véase Ap. 3:20). Al igual que Israel, nos hemos alejado del Señor y de la verdadera obediencia. Esto se refleja en la falta de vida espiritual en nuestros lugares de reunión. Es tiempo de reconocer nuestro alejamiento, arrepentirnos y volver al Señor.