En Egipto, cuando los israelitas inmolaban al cordero pascual, ellos rociaban con su sangre los dinteles y postes de sus casas. Durante esa noche, las familias se reunían dentro de sus casas para alimentarse del cordero asado al fuego. El cordero los protegía del juicio, pero servía como alimento para su sustento y salud. Claramente, el cordero pascual es figura del Señor Jesús, cuyo perfecto sacrificio quita la culpa de quienes tienen fe en su sangre, mientras que, al mismo tiempo, es el alimento que nutre y sostiene nuestra vida espiritual.
El cordero asado al fuego representa cómo Jesús enfrentó el juicio de Dios en la cruz por nosotros. La instrucción específica de comer “su cabeza con sus pies y sus entrañas” tiene un significado especial.
“Su cabeza” simboliza el conocimiento, lo que nos recuerda que Aquel que “no conoció pecado”, Dios “lo hizo pecado” (2 Co. 5:21). A diferencia de nosotros, que somos pecadores por naturaleza, el pecado era completamente ajeno a la perfecta naturaleza de Cristo –nunca hubo un pensamiento pecaminoso en su mente. Esta maravillosa verdad alimenta nuestras almas.
“Sus pies” simbolizan su andar y sus acciones. ¿Cómo fueron las acciones del Señor Jesús? La Biblia nos dice: “[Jesús] no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca” (1 P. 2:22). Esto significa que nunca hizo nada malo; él no tuvo ni la más mínima mancha de pecado.
“Sus entrañas” nos recuerdan la naturaleza interior y las motivaciones más profundas del Señor Jesús. La Biblia nos dice: “No hay pecado en él” (1 Jn. 3:5). Debido a que nosotros estamos contaminados por tantas motivaciones indignas, apenas podemos imaginar la absoluta pureza de su ser interior.
Meditemos en estas cosas, ¡pues este es el alimento más excelente para nuestra vida espiritual!