Este pasaje contiene un serio mensaje acerca de las recompensas celestiales y cómo se obtienen. Pablo compara el trabajo del reino con la labor de un constructor. Explica que Jesucristo es el único fundamento sobre el cual podemos edificar, pero cada uno de nosotros es responsable de los materiales que utiliza sobre ese fundamento. Podemos construir con madera, heno y hojarasca, o con oro, plata y piedras preciosas (v. 12). La obra de cada uno será probada por el fuego para evaluar la calidad de los materiales que hemos utilizado. Entonces, si nuestras obras resisten la prueba del fuego, recibiremos una recompensa (v. 14).
Para construir obras duraderas, necesitamos usar materiales que no sean inflamables. Dios desaprueba los esfuerzos descuidados. Seremos probados no solo por nuestro «trabajo en la iglesia», sino también por cómo manejamos nuestras responsabilidades cotidianas, como nuestro trabajo profesional. Por eso, debemos realizar todas nuestras actividades cotidianas con la misma diligencia que mostraríamos al servir a nuestro Padre celestial en los asuntos espirituales (véase Col. 3:22-23). En la práctica, esto se traduce en actitudes tales como: evitar las críticas hacia nuestros superiores, no buscar beneficios personales de manera deshonesta, ser puntuales, cumplir con nuestro horario y no utilizar recursos de la empresa para nuestros proyectos personales. Estas actitudes reflejan un cristianismo auténtico.
Pregúntese si está siendo sincero con el Señor. Recuerde que él conoce la verdad de cada situación y detesta la pereza y el trabajo descuidado. Nuestro Padre espera que demos lo mejor de nosotros, y nos ha dado su Espíritu para santificar nuestros esfuerzos y lograr la calidad de trabajo que él desea.