Zacarías profetizó después de que algunos de la tribu de Judá y Benjamín regresaron del cautiverio en Babilonia a Jerusalén y a la tierra de Israel. El Señor habla a su pueblo por medio de Zacarías, recordándoles que su cautiverio y su baja condición actual se debían a no haber escuchado a los “primeros profetas” (Zac. 1:4) –aquellos que, como Isaías y Jeremías, habían profetizado antes del cautiverio.

Hoy en día, podemos ver que ha habido un gran fracaso en la Iglesia debido a la desobediencia a la Palabra de Dios. La historia nos muestra que cada avivamiento y restauración han sido causados por un retorno a la Palabra de Dios.

En el versículo de hoy, el Señor entrega un mensaje de aliento para su pueblo, el cual también nos habla a nosotros en la actualidad.

Cuando reconocemos nuestra debilidad, él es capaz de fortalecernos. Sin embargo, esta fortaleza es “en el Señor”; y no la recibimos para cumplir nuestra propia voluntad, sino para realizar su voluntad, sometiéndonos a su autoridad en nuestra vida.

Cuando somos fortalecidos para seguir este camino de obediencia, descubriremos que también es una senda de libertad. Podremos movernos libremente en su Nombre. Esto significa que tendremos la libertad de levantar las alas como águilas, espiritualmente hablando, para disfrutar de las bendiciones celestiales que tenemos en Cristo; y para «descender» a esta tierra en el cumplimiento de nuestras responsabilidades diarias (véase Is. 40:28-31).

Esta libertad –que también es “en el Señor”– nos permite honrarlo en cada aspecto de nuestra vida diaria. Como dice la Escritura: “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (Col. 3:17).