Jesús fue crucificado entre dos malhechores. Al principio los dos lo insultaban (Mateo 27:44). Luego uno de ellos cambió de actitud. Mientras todos, transeúntes y jefes religiosos se burlaban de Jesús o lo desafiaban, este hombre condenado por la sociedad, a punto de morir, defendió a Jesús. Dijo a su compañero: “Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas este ningún mal hizo” (Lucas 23:41). Aún más, le hizo esta sorprendente petición: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”.
Una inscripción en la cruz, escrita por Pilato (Juan 19:19), indicaba el motivo de la crucifixión de Jesús: “Este es el Rey de los judíos”. Así Pilato se burlaba de Jesús y, a la vez, del pueblo judío. Pero a este escrito respondió la fe naciente del ladrón; comprendió que Jesús volvería y reinaría.
Jesús le respondió mucho más allá de su petición: “
¡Qué esperanza para nosotros, cristianos! La muerte nos introduce en un “hoy” eterno, el de la presencia de Jesús. La cruz pasó a ser el lugar simbólico donde el Salvador tiene un encuentro con los pecadores, con los que no tienen esperanza. Por su obra consumada en la cruz les da el verdadero perdón en la plena luz de la justicia divina.
Cantares 7-8 – Apocalipsis 9 – Salmo 143:1-6 – Proverbios 30:1-4