La expresión “Lo mejor está por llegar”, a veces empleada por personas mayores, está ligada a la esperanza cristiana. Resume la comparación que hacen entre su vida efímera en esta tierra, a menudo difícil y dolorosa, y la felicidad celestial eterna, prometida por el Señor Jesús: “Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:3).
Cada uno lo sabe por experiencia, las esperanzas que las promesas de este mundo hacen nacer, a menudo son seguidas por la decepción, o incluso por la desesperación. En el lenguaje bíblico, “la esperanza” no tiene nada vago, es una seguridad que se apoya en las promesas de Dios. Estas son lo suficientemente explícitas para ser captadas como realidades por la fe. Se basan en un futuro cierto, que conocemos y esperamos. No es un sueño para el futuro, sino nuestra razón de vivir. Contemplamos a Jesucristo en el cielo y vivimos para él mientras lo esperamos. Miramos hacia el futuro con esta perspectiva. Esta es la esperanza cristiana; ella reúne paciencia, gozo, confianza, y nos lleva a decir: lo mejor está por llegar.
También nos da una visión lúcida sobre el estado del mundo; nos hace sensibles a la angustia de nuestro prójimo y nos lleva a hablar de nuestro Salvador a quienes nos rodean. Nos permite pensar en el regreso del Señor, o incluso en la muerte, con la seguridad de estar para siempre con él en la casa del Padre (1 Tesalonicenses 4:17).
¡Jesucristo es nuestra esperanza! (1 Timoteo 1:1).
Job 9 – Hebreos 2 – Salmo 119:169-176 – Proverbios 27:9-10