Cuando hay un temblor de tierra, a menudo siguen las réplicas, a veces más violentas y peligrosas. La pausa que hay entre ellas ofrece la posibilidad de encontrar un lugar más seguro para tratar de salvar la vida. Pero la historia muestra ejemplos de personas que despreciaron la primera advertencia, mientras el momento de tregua se prolongaba.
Hoy también vivimos un tipo de pausa. La última guerra mundial no ha sido olvidada, y el futuro parece incierto. Los disturbios, los desórdenes y los atentados, como un gran rugido, hacen presentir días malos. ¿Estamos atentos a esas advertencias? Después de una catástrofe, muchas personas hablan de destino ciego, de azar. Pero en realidad, Dios nos habla seriamente mediante estos signos precursores. Acontecimientos terribles se producirán en la tierra. Dios también los menciona en la Biblia. Pero al final de este Libro, antes de la descripción de los juicios, el Señor Jesús nos invita a recibirlo: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo” (Apocalipsis 3:20). Jesús llama a la puerta del que, indiferente o rebelde, todavía no cree en él y hace caso omiso a sus advertencias.
Jesús quiere darle la vida eterna y la paz del corazón. Desea librar a todos de los tiempos terribles que van a llegar. En efecto, “no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien murió por nosotros” (1 Tesalonicenses 5:9-10). Cada persona está invitada a abrir la puerta, a creer en el amor de Jesús y a recibirlo como su Salvador.
Daniel 4:19-37 – 1 Juan 3 – Salmo 78:32-40 – Proverbios 18:14-15