Nuestra vida se parece a una travesía por el mar, a veces es tranquila y a veces peligrosa. La navegación empieza cerca de las costas, en un canal más o menos demarcado. Así el barco dispone de puntos de referencia seguros, salvo cuando hay niebla.
No todos los niños tienen el privilegio de vivir sus primeros años en un ambiente tierno, rodeados de amor. Pero todos deben enfrentar las olas de la adolescencia y el mar abierto, desconcertante, inquietante, cuando el horizonte se confunde con el mar. Entonces la naciente libertad da una sensación de vértigo. Los vientos y las corrientes traicioneras pueden hacer naufragar, sin que los percibamos inmediatamente. ¡Cuántas voces y religiones diversas hay en este mundo! ¿Cómo encontrar el camino en este universo peligroso?
Los navegantes siempre han tenido un sistema de referencia fijo, basado en las estrellas. Con los instrumentos adecuados pueden hacer un control y mantener el rumbo guiados por la brújula. Para dirigir nuestra vida en la tierra, ¿cuál es la única referencia segura? La Biblia, la Palabra de Dios: ella es “lámpara” a mis pies “y lumbrera a mi camino” (Salmo 119:105).
Incluso en la tormenta, lejos de todo punto de referencia, la Biblia es como una radio que mediante un satélite conecta al navegante en dificultad con el mundo de los vivos. Nos dice que Dios “es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmo 46:1). Él siempre está listo para dialogar con cada persona desorientada que lo busca.
Daniel 4:1-18 – 1 Juan 2:18-29 – Salmo 78:21-31 – Proverbios 18:13