¿Quién es el diablo para nosotros hoy? ¿Tratamos de domarlo haciéndonos amigos de ese ser corrupto, mentiroso y violento, llegando incluso a invocarlo en ciertas canciones? ¿Aceptamos su esclavitud? ¿Le servimos mediante diversas adicciones o practicando brujería para obtener el poder y la riqueza? ¿Ignoramos que una de sus victorias es conseguir que los hombres nieguen su existencia y hagan a Dios responsable del mal?
La Palabra de Dios es clara sobre la existencia de Satanás y el papel que desempeña. En varias ocasiones Jesús habla de él. Satanás es poderoso, su astucia y sus mentiras se multiplican terriblemente en nuestros días. Desvía a los hombres mediante razonamientos insidiosos para alejarlos de los pensamientos de Dios.
A una persona que esté atormentada en su conciencia, humillada y convencida de su mal estado ante Dios, Satanás le soplará al oído: no sirves para nada, eres demasiado culpable para que Dios te perdone; es demasiado tarde.
A otra persona que no ha cometido una falta grave y todavía piensa bien de sí misma, sin duda Satanás le dice: no eres perfecta; nadie lo es. Pero tienes todo el tiempo para convertirte; aprovecha primero un poco de la vida.
Sabe emplear un lenguaje religioso con los que dudan y al mismo tiempo persuade a los incrédulos de que no hay Dios, ni juicio, ni infierno, y que es importante disfrutar todos los placeres de la vida porque cuando uno muere todo acaba.
¿A quién queremos servir? ¿Al enemigo de nuestras almas, o al Dios que nos amó y dio a su Hijo para salvarnos?
Ezequiel 13 – Hechos 21:1-16 – Salmo 34:7-14 – Proverbios 11:25-26