– ¿Y si un día tuviese que rendir cuentas de mi vida a Dios? ¿Cómo hacer? Nunca me he preocupado por él, siempre he hecho lo que quiero. He cometido muchos actos culpables ante los hombres y seguramente ante él. Mi conciencia me acusa… Trato de encontrar excusas, pero cuanto más miro al pasado, tanto más miedo tengo de Dios.
Me gustaría esconderme, pero ¿dónde? Él me ve en todos los lugares donde estoy, en mi casa, en la noche… Nada se le puede esconder, ni yo mismo, ni mis pensamientos más secretos. ¡Estoy desesperado! ¿Quién podrá sacarme de esta terrible situación?
– Amigo, lo que dice es verdad. Usted es culpable ante Dios, como todo el mundo. Sin embargo, Dios no es solo un juez justo, él también es amor. Nos ama a cada uno. Usted lo ultrajó y lo ofendió, pero aun así él lo ama. Esto es incomprensible y al mismo tiempo maravilloso. Dios nos amó de tal manera que envió a Jesús a la tierra para dar testimonio de su gracia y su verdad. Pero al mismo tiempo es santo, y por ello no puede pasar por alto el mal sin castigarlo.
Entonces Jesús dio su vida por los culpables. Cuando estaba clavado en la cruz pidió a Dios que perdonase a sus verdugos. Fue abandonado por Dios durante tres horas, y murió en nuestro lugar. De este modo, Jesús llevó en su lugar el juicio que usted merecía y al que tanto miedo tenía. Reconozca ante Dios que sin su perdón usted está perdido, y acepte su gracia. ¡Él no rechaza a nadie! ¡Desde ahora usted puede tener la paz con Dios y el gozo en Jesucristo!
2 Samuel 12 – Hechos 4 – Salmo 24:7-10 – Proverbios 10:5-6