¡Paz en la tierra! Esta fue la buena noticia que los ángeles proclamaron a los pastores la noche en que Jesucristo nació. Es muy fácil constatar que esta paz no existe, porque Jesús fue rechazado, crucificado. Será una realidad en un tiempo futuro, después de los grandes juicios.
Pero hoy en día, cada habitante de la tierra está invitado a tener la paz con Dios. Todo ser humano pecador es enemigo del Dios santo. Pero Jesús hizo la paz mediante la sangre de su cruz, y Dios dice ahora a los que creen en Jesús: “Vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos… ahora os ha reconciliado… por medio de la muerte” (Colosenses 1:20-22).
Así, un sentimiento de paz vive en el creyente que confía su vida a un Dios que perdona a todo pecador arrepentido. En un mundo lleno de confusión e inquietud, la paz con Dios, que sobrepasa todos nuestros pensamientos, es una realidad para los creyentes que confían en las promesas divinas.
Otro ámbito en el que la paz debería reinar es con los que nos rodean; pero las razones de discordia son abundantes: conflictos étnicos, familias destrozadas, desacuerdos en las relaciones profesionales, conflictos de vecindario… El hombre reconciliado con Dios es invitado a amar a su prójimo, a procurar la paz, según sus posibilidades: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Romanos 12:18). El cristiano es un embajador cuya conducta y mensaje deberían animar a quienes lo rodean a reconciliarse con Dios.
Jueces 18 – Apocalipsis 19:11-21 – Salmo 147:12-20 – Proverbios 30:32-33