Como una noche cualquiera en Oriente, cerca de Belén, unos pastores guardaban sus rebaños en los campos. Pero de repente se produjo un acontecimiento extraordinario: un ángel apareció y les anunció el nacimiento de un Salvador, el Cristo. El recién nacido estaba en un pesebre en Belén. Y ante ellos, una multitud de ángeles daba gloria a Dios y anunciaba: “En la tierra paz”.
¡La paz! ¡Qué mensaje en ese país que vivía, en aquella época, bajo el duro dominio del poderoso invasor romano! La paz, precisamente lo que anhela cada ser humano en todas las épocas.
Han pasado veinte siglos desde aquel anuncio de paz. ¡Y debemos constatar que el mundo está cada vez más lejos de cumplir este deseo! En 1945, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) fue fundada con el objetivo de mantener la paz entre los pueblos, misión que rápidamente fracasó. Frente al edificio de la ONU en Nueva York hay un versículo inscrito en un muro, llamado el muro de Isaías: “Volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (Isaías 2:4). Sí, un día la paz reinará en la tierra y las armas serán inútiles. Esta profecía, anunciada hace unos 2700 años, se hará realidad cuando Jesucristo, el Príncipe de paz, vuelva por segunda vez a la tierra para reinar.
Hoy Dios ofrece la paz de la conciencia y del corazón a todo el que quiera depositar su confianza en él.
Jueces 17 – Apocalipsis 19:1-10 – Salmo 147:7-11 – Proverbios 30:29-31