¡Es Jesús! Él es mucho más que un hombre. Es el Creador del universo: “En él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles” (Colosenses 1:16). Es Dios, quien vino a la tierra en un cuerpo de hombre (1 Timoteo 3:16). Así, varios de sus contemporáneos dieron testimonio de haberlo oído dar órdenes al mar, y este le obedeció; llamar a los peces, y estos vinieron; decir una palabra a los leprosos, y estos sanaron; ordenar a los muertos levantarse, y estos resucitaron… Sus milagros siempre fueron hechos por amor hacia los que sufrían. Sus palabras siempre fueron palabras de gracia, de bondad, de dulzura, de paz y de verdad hacia todos. Su enseñanza tenía tanto poder que las multitudes se juntaban para oírlo.
Mi Salvador era un hombre perfecto, sin pecado, sin falta, justo (1 Pedro 2:22). Sin embargo, había personas malvadas, llenas de celos y odio contra él. Lo detuvieron, lo ultrajaron, lo azotaron, lo acusaron falsamente. Al final lo condenaron, lo crucificaron. Y mi Salvador, Dios y hombre a la vez, dejó que todo esto ocurriera…
Jesús aceptó ser condenado en lugar de los que estaban expuestos a la condenación de Dios, es decir, usted y yo. ¡Solo podemos ser perdonados y salvados por él! ¡Qué amor el de Jesús, mi Salvador!
También quiere ser su Salvador. Para ello solo hay un medio: reconocer que usted desobedeció a Dios y que necesita a Jesús. Crea que Jesús murió por usted y confíe en él.
¡Así conocerá personalmente a mi Salvador!
Jueces 16 – Apocalipsis 18 – Salmo 147:1-6 – Proverbios 30:24-28